Una razón del por qué la sumisión es tan difícil
Asimismo vosotros, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, de modo que si alguno de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus mujeres al observar vuestra conducta casta y respetuosa. Y que vuestro adorno no sea externo: peinados ostentosos, joyas de oro o vestidos lujosos, sino que sea el yo interno, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso delante de Dios. Porque así también se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos. Así obedeció Sara a Abraham, llamándolo señor, y vosotras habéis llegado a ser hijas de ella, si hacéis el bien y no estáis amedrentadas por ningún temor
1 Pedro 3:1-6 (LBLA)
Este pasaje puede ser muy incomodo para las mujeres modernas. No nos gusta que nos digan que nos sometamos. Nos rebelamos en contra del espíritu de control que percibimos en las palabras.
Pero me pregunto la clave al entendimiento de por qué realmente no nos gusta la idea de abrazar la idea de someterse a cualquiera, mucho menos por los esposos, se encuentra justo al final del pasaje en sí:
y vosotras habéis llegado a ser hijas de ella, si hacéis el bien y no estáis amedrentadas por ningún temor (v6)
Enfrentémoslo: la razón real por la que no nos gusta la idea de sumisión es porque tememos algo. Tememos ser controladas, tememos no ser escuchadas, o tenemos no cumplir nuestras necesidades. Y en realidad, si estamos mirando a nuestros cónyuges para cumplir todas nuestras necesidades, esos miedos serán una realidad.
Cuando pienso en los tiempos que no me he sometido a Mark, cuando he regañado o quejado o empujado mis intereses adelante (necesidad de un descanso, ir a algún lugar que deseo ir en un día libre, o una tarde libre por ejemplo), la raíz ha sido el miedo: miedo a que si no tengo el sueño o el tiempo libre o las circunstancias que considero necesarias no seré capaz de enfrentar, que me consumiré o estaré muy estresada. Ahora, Mark es un esposo asombroso e intenta apoyarme tanto como puede. El a menudo me da una hora de siesta si la necesito y esta dedicado a encontrarme tiempo libre para estar con Dios de manera regular. Pero él no es perfecto. Y también tiene necesidades, y a veces le pasan otras cosas que son de más prioridad.
Pero la verdad es, si confío que Dios cumplirá todas mis necesidades en Cristo Jesús, de acuerdo a sus riquezas inconmensurables, ¡¿Que debo temer? ¿Una hora más fuera de cama significará que la gracia de Dios no se extenderá tan lejos? ¿si pongo los intereses de Mark antes que los míos, eso significa que la gracia de Dios no se extenderá para llenarme más de lo que creí posible: energía para seguir, y seguir gozosamente?!
Todas esas veces que estaba vacía y sentía que Mark era la solución o al menos el alivio, estaba mirando muy pequeño – y me hizo temerosa y no sumisa en mi hablar y corazón: (¡¿seguramente, si no veo por mis necesidades, nadie lo hará?!)
Pero Dios, tan suavemente susurra en mi oreja: En donde encuentras resistencia en Mark, déjalo ir. Ora. Ora por mi voluntad. Ora por que obtendrás suficiente de mi. Que recibirás Mi gracia y Mi paciencia. Y paciencia especialmente dónde es necesario para que tenga tiempo de cambiar el corazón de Mark para que escuche de Mi.
Y mientras lo dejo ir, y dejo a Dios, encuentro que la paz rige mi corazón y agradecimiento corre por mis labios mientras Dios amablemente llena mi día con gozo y momentos de descanso y restauración que nunca pensé posibles.
Asi que, hermanas, dejémonos ser hijas de Sara – en fe, no en temor, buscando a Dios de manera que podamos tener espíritus amables y tranquilos, descansando en el Señor, sabiendo que cuales sean las circunstancias, El es siempre suficiente y que es El quién promete cumplir nuestras necesidades, y mucho más de lo que podemos pedir o imaginar.
…Y a aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros,…
Efésios 3:20