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Delighting in the Divine

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Discerniendo la voz de Dios cuando las emociones se encuentran involucradas

Discerniendo la voz de Dios cuando las emociones se encuentran involucradas

Algunos de los fracasos más vergonzosos con respecto a oír la voz de Dios han sido las oportunidades más grandes para aprender a discernir Su voz. Aprender a oír la voz de Dios no es una ciencia. Existen algunas claves que te ayudarán, pero finalmente, son esas situaciones en las que uno aprende a través de la experiencia. Y fracaso. Aprender a oír a Dios cuando se involucran las emociones es particularmente difícil y aun más difícil es discernir Su voz. Entonces, no es sorpresa que en esas situaciones cargadas de emociones he aprendido de la forma más difícil…

Déjame decirte un secreto. Anteriormente, he compartido esto con unas cuantas personas, pero honestamente, es algo que todavía está suspendido por ahí burlándose de mí ¡por mi inmadurez y falta de sabiduría en ese entonces!

Déjame describir la situación. Estábamos recién frescos después de un mes de aprender a oír la voz de Dios y ejercitarnos en la oración por sanidad y milagros. Mark y yo habíamos estado casados por unos años, y conocíamos de la sabiduría básica en cuanto a dar palabras proféticas, evadiendo profetizar acerca de “parejas, citas y bebés” ya que  resulta muy difícil profetizar de esos temas con exactitud.

Sin embargo, había una pareja (pastores en ese tiempo) en la iglesia a la que asistíamos  que se encontraban en peligro de perder a su primer hijo por aborto natural. Mark y yo estábamos llenos “Fe” y presunción que orábamos con ellos con respecto a su hijito. Regresamos a casa y seguíamos orando por ellos. Yo me encontraba emocionalmente afectada por la evidente aflicción de la esposa en la muy posible pérdida de su hijo. Poco tiempo después, retornamos a la pareja y les dijimos que percibíamos que sus hijo viviría. Pero no sentí paz al decir esto, de manera que esta incomodidad  que sentía lo tomé como solo miedo de equivocarme, y que al tratar estar llena de fe, ese temor tenía que ser ignorado para no caer en incredulidad. Pensamos que si lo habíamos declarado, así sucedería. Versos como: “Si pides algo en mi nombre, será hecho…” Nuestras palabras se convertirían en la acción de Dios.

Y sí. Adivinaste. Ellos perdieron a su hijito y yo estaba sumida en aflicción. No solo me sentía muy estúpida (habíamos ignorado muchos consejos acerca de la profecía: no profeticen sobre bebés, y siempre den palabra profética en actitud humilde, palabras como “Creo que Dios podría estar diciendo…” etc.) Tampoco tenía idea donde me había equivocado al escuchar a Dios. De pronto, ¿era que no podía escuchar la voz de Dios después de todo? ¿Acaso no tuvimos suficiente fe? ¿Porqué el bebé no pudo vivir? Fui muy valiente para acercarme y hablar a la pareja, disculparme con ellos por las falsas esperanzas que les había dado y por dar palabras proféticas falsas y ellos estaban llenos de gracia y perdón para con nosotros, pero aun tenía la batalla en mi mente preguntándome en que había fallado.

Con el tiempo me di cuenta en que me había equivocado:

En primer lugar, la fe no es algo que tú tienes solo a baso de fuerza. No son las palabras que declaramos en voz alta para que algo vaya de la forma que queremos. ¿Que diferencia habría entonces con la hechicería? En realidad, la fe es un resultado de la relación con Dios y crece con el tiempo. Es la confianza en tu mejor amigo. Así como se aprende a predecir con mejor exactitud como reaccionaría un amigo o tu pareja en ciertas situaciones a medida que los vas conociendo, así también comienzas a aprender cuales son las perspectivas de Dios. Sí, existen esas veces cuando tenemos el don de fe para que suceda determinada situación, pero tomando todo en cuenta es una fe del tamaño de mostaza, siendo tan pequeñita al principio pero llena de potencia  

En segundo lugar, no es lo mismo saber cual es la divina voluntad de Dios y que es lo que va a pasar. Sabemos que la divina voluntad de Dios es que nadie este enfermo. Ahora, ¿Cómo sabemos eso? Es que en el cielo no hay enfermedad. Sabemos que la voluntad de Dios es que su reino venga a la tierra, pero eso no quiere decir que la persona delante de mí se va a sanar en ese preciso momento solo por que yo quiera. No es lo mismo conocer la voluntad divina de Dios y que va a suceder en ese preciso momento. Esa es una presunción. Ahora, eso no significa que no debemos orar para que las personas se mejoren. A decir verdad, ¡deberíamos hacerlo más seguido de manera que podamos aprender como el Espíritu nos guía en esas situaciones! Y conforme avanza el tiempo podemos ejercitarnos en la oración por sanidad. Son pocos los dones que se desarrollan sin práctica.

En tercer lugar, en ese entonces realmente no sentía una paz firme. Solo tenía emociones mezcladas con presunción. Me sentí forzada a hacer algo y al orar consideré la fuerza de mi deseo para que algo sucediese tomando que esto era lo que Dios iba hacer. Mezcla peligrosa.

En cuarto lugar, por causa de mis presunciones con respecto a la sanidad que viene de Dios, no podía oír ninguna respuesta de Dios en ese momento. No podía emitir un verdadero mensaje de esperanza a esa pareja, porque no podía asimilar la idea de que su bebé no podría vivir. Esto es algo que toma tiempo entender y es confiar en Dios en forma madura. Cuando Kaleb iba a nacer, yo estaba decidida a tener un parto normal y asumí que ese era el plan de Dios para mí porque era así como lo quería. Me resistí a oír lo contrario. Sin embargo, como había aprendido a creer más en Dios desde entonces, he podido oír cosas que son contrarias a la fe, y darme cuenta que allí también hay un mensaje de esperanza si voy más allá de las perspectivas de las cosas.

Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos”, afirma el SEÑOR.

Isaías 55:8

La próxima semana: 7 cosas que recordar al discernir lo que Dios nos dice cuando las emociones están involucradas

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